Cosa miserable

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Mateo Marco Amorós

Fotografía: Joaquín Marín

«Una vez que dije yo / ‘me cago con el Alcalde’ / cinco duros me costó, / que no me cagué de baldes.»

Vista la moneda de la multa por irreverencia –un duro eran cinco pesetas– no se trata de un tweet, ni de un mensaje en WhatsApp o Facebook; se trata de una copla popular. Una entre las miles recogidas por don José María Soler en el «Cancionero popular villenense» y, por lo tanto, anterior a 1949. O como mucho, de entonces. Si bien dicho cancionero se publicó en 1986 y se reeditó en 2006, había sido recopilado a mediados del siglo pasado para un concurso convocado por el Instituto Español de Musicología. Galardonado entonces, no fue publicado hasta treinta y siete años después. El Instituto de Musicología se había reservado el derecho a editarlo, pero pasaron los años sin hacerlo. Hasta que pudo ser de la mano del Instituto de Estudios Juan Gil Albert y la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia.

Volviendo a la copla, señalamos su insolencia, como en algunos mensajes vertidos hoy en las redes sociales. Decimos vertidos porque algunos utilizan las redes sociales como vertedero. La irreverencia, la mala educación, vista la copla, no son cosa del presente. El problema, ahora, es que gracias a las redes sociales, el mal gusto se catapulta. Las coplas hirientes se difundían lentamente. Acaso quedaban en los ecos de una rondalla que recorría las calles de una población, acaso impresas en humildes periodiquillos locales. Sin mayor trascendencia. Hoy el problema es el carácter viral que puede adquirir un exabrupto en poco tiempo. Decir viral es decir algo perteneciente a un virus, algo enfermizo que se extiende contagiando. Así, cualquier improperio escrito por cualquier energúmeno puede recorrer el mundo en un santiamén. Y yendo por delante de las leyes los adelantos técnicos, la reacción contra lo intolerable suele ser tardía.

No se trata de censurar, se trata de respetar. Irreverencia, ayer y hoy, es irreverencia. Contraria al respeto, a la dignidad. Y cuando se hace aprovechando el anonimato es además cobardía. Como tirar una piedra y esconder la mano. Cosa miserable.

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