Contra indulgencias

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Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro

Joaquín Marín / Fotografía

Hace quinientos cinco años, treinta y uno de octubre de 1517, víspera de Todos los Santos, el monje agustino Martín Lutero enviaba una carta al arzobispo de Maguncia, Alberto de Brandeburgo, exponiéndole noventa y cinco tesis sobre las indulgencias, invitando a un debate. Algunos historiadores datan en ese mismo día el hecho de clavarlas en la puerta de la iglesia de Wittenberg cumpliendo una pauta universitaria, iglesia dedicada a Todos los Santos. Aquello fue un terremoto que reventó la presa de la cristiandad occidental, precipitando desuniones. Por el oriente, siglos atrás, ya se había roto cuando la separación de las iglesias Ortodoxa y Católica. ¿Sinónimos al cabo? ¿O no?

Cuando Lutero, la denuncia contra negocios e inmoralidades de los clérigos, simonías y nicolaísmos, no era novedad en aquella Iglesia de Papas más soberanos que Papas, en la que el poder temporal eclipsaba al espiritual, resultando una Iglesia poco ejemplar. Por ahí estuvieron los savonarolas de turno; por ahí las denuncias, sirvan de ejemplo, de Juan Ruiz Arcipreste de Hita; por ahí muchos intentos reformadores pero… El terremoto Lutero fue cuestionar dogmas. Y con el cuestionamiento llegó la ruptura. En añicos.

Siempre que nos hemos acercado a ese contexto histórico hemos echado de menos el que no se escucharan más voces como la de Erasmo de Rotterdam. Suele pasar que quienes se sitúan entre bandos salen malparados por las tundas de unos y otros, todos adversarios. Para nosotros el Humanismo Cristiano de Erasmo representaba la sensatez en el pulso de disparidades que mezclando otros intereses ajenos al hecho religioso derivaron hasta en guerras. Los intentos de diálogo fracasaron. Suerte hoy las corrientes ecuménicas de diversas confesiones que respetando las diferencias potencian lo común. Y lo común es la voluntad de paz en la hermandad universal.

Nos empeñamos en acomodar a nuestros intereses el mensaje religioso, poniendo incluso en boca de Dios nuestras convicciones. Un error. El mensaje del Evangelio como el de otros libros sagrados se resume en el respeto a los demás como nos respetamos a nosotros mismos. A lo peor es que nosotros mismos no nos respetamos. Contra indulgencias.

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