Mateo Marco Amorós / Nostalgia de futuro
Joaquín Marín / Fotografía
Por experiencia hemos llegado al convencimiento de que los mejores platos nacen cuando uno cocina con confianza y soltura, sin la opinión intermitente de alguien que yendo y viniendo nos sugiere un poco más de sal, un fuego más lento, un… lo que sea. Porque cuando la indicación intermitente –e impertinente– en ocasiones hasta continua, es cuando cabe la duda. Y con la duda el descalabro del plato. Porque ya no sabemos si más o menos, si mucho o poco. Igual sucede en la Enseñanza cuando alguien nos propone un mejor hacer esto que lo otro.
Nunca nos hemos negado a atender nuevos métodos, nuevas didácticas. Pero lo malo es cuando algunas propuestas pedagógicas se justifican rotundamente contra otras. Como incompatibles. Por ejemplo memoria sí, memoria no. O deberes sí, deberes no. O libros de texto sí, libros de texto no. Y así otras cuestiones. Y como a ley nueva, propuestas nuevas… Y como leyes nuevas llevamos demasiadas… Pues más pasto para los pedagogos. De continuo consejos y más consejos, orientaciones y más orientaciones sobre cómo enseñar. Y estando harto entretenidos en el cómo, se nos olvida el qué. Es por lo que en la escuela, igual que en la cocina, mejor no molestar al «cocinero». Ya sabemos, «cada maestrillo…» Pero de cuando en cuando, el runrún de que hay que formar al profesorado.
Necesariamente, en la responsabilidad de nuestra profesión, en los muchos años que con gozo llevamos ejerciéndola, hemos asistido a cursos de formación. Unos nos han servido, otros no. Como pasa con las lecturas. Lo peor aquellos cursos en los que se insulta a la inteligencia por contraponer unos métodos contra otros. En alguna ocasión hemos soportado que se nos acusara de practicar una «enseñanza libresca», como si los libros de texto fueran, como el ocio para un benedictino, enemigos del alma. También de practicar una «evaluación vengativa» por –decían– desahogar nuestras fobias contra el alumnado en las calificaciones. Cosas así.
Mostrando nuestro desacuerdo con algunas acusaciones infundadas, se nos insta a la necesidad de que cambiemos el chip. Como robot. Eso y a reciclarnos. Como basura.
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