Mateo Marco Amorós
Fotografía/ Joaquín Marín
Comenzando el año, estrenamos nueva sección: Bardomeras y meandros. La comparación de la vida con un río bien la hizo Jorge Manrique, en verso y con universalidad, en las Coplas por la muerte de su padre. Y así la apreciamos. Como río camino del mar, «que es el morir». Y en el río de la vida, escribiendo, sentimos bardomeras y meandros. Bardomeras cuando nos atascamos frente a la tiranía del papel en blanco, frente al vacío de no saber qué decir. Meandros cuando nos entretenemos relajando y disfrutando del placer de escribir. Apreciando la necesidad del sosiego, disfrutando del gozo suspendido del ejercicio escritor.
El meandro es fluidez relajada, regocijo de la corriente. La bardomera, atasco, agobio. El catedrático José Guillén García en El habla de Orihuela define la bardomera como «broza o barro que obstruye un cauce de agua.» También, en el capítulo pertinente sobre el «reguerío» dice, de bardomeras, «brozas y otros desperdicios». José María Vela, en su diccionario Así se habló en Murcia especifica que bardomera es «ramaje arrastrado por las aguas», broza arrastrada. Y la RAE, «broza que, de los montes y otros parajes, traen en las avenidas los ríos y arroyos.» Y que bardomera viene de bardoma, «suciedad, porquería y lodo corrompido».
La bardomera, sí, es obstáculo. Cañas y barros. E inmundicias. Por ello barruntamos bardomeras cuando sentimos atasco. O cuando publicado lo publicado, releyendo, no encontramos satisfacción. Entonces cabe el autorreproche porque escribimos más con la intención de entretener que de convencer. Por su parte, el meandro es curva, adorno. Adorno sinuoso. Esparcimiento.
Así, en estas tierras de «reguerío», con el permiso del respetable, procuraremos seguir trayendo cosas que nos entretienen y nos preocupan más o menos. Conscientes de que unos cuarenta años escribiendo y publicando periódicamente producen cierto vértigo. Pensando en la responsabilidad de ser oportunos, sabiendo que no siempre se acierta. Quien tiene boca se equivoca. Quien escribe perpetúa negro sobre blanco los yerros. Perdónesenos los errores. Sean tolerantes con las posibles impertinencias. Admitan disculpas de quien en el río de la vida tropieza con bardomeras y pretende mero deleite entre meandros.
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