Mateo Marco Amorós / Bardomeras y meandros
Joaquín Marín / Fotografía
La editorial Drácena ha publicado, de Manuel Azaña, «El jardín de los frailes». Novela que nació hace cien años por entregas mensuales en «La Pluma», prestigiosa revista literaria. Esta nueva edición cuenta con un interesante prólogo del catedrático Ángel Luis Prieto de Paula. Prólogo que resulta una ecuánime invitación al acercamiento a la figura de Azaña como literato.
En los tiempos inquisitoriales que vivimos en España para con protagonistas históricos y más para con los de la segunda república y guerra civil se agradece el enfoque de Prieto, permitiéndonos conocer los entresijos de un relato creativo no exento de autobiografía, acercándonos por tanto a una dimensión y época muy humanas de quien sería figura trascendental en un periodo de tantas esperanzas y no menos frustraciones para la nación.
Hablar de exquisitez en la producción de Prieto de Paula resulta verdad de Perogrullo. Quienes conocemos su docencia, su crítica y creación literarias, su erudición pública, sabemos del rigor y belleza que nos espera en lo que nos ofrezca. Este prólogo que decimos, bajo el título «Manuel Azaña y el sabor de la ceniza», es muestra fresca que lo evidencia. El catedrático centra al personaje en su quehacer literario baremando sus aciertos y desaciertos creativos como las inquietudes que retan a cualquier escritor, arropando la obra reeditada con referencias a obras similares en la época; producidas por autores relevantes como Unamuno, Azorín, Pío Baroja, Pérez de Ayala…
Que le importe el Azaña literato no elude la atención al Azaña político. Las pinceladas al respecto nos concilian con un proceder para las biografías alejado de la tendencia actual de algunos historiadores –o pseudohistoriadores– que se erigen en jueces severos de la historia y sus protagonistas, impartiendo bendiciones o maldiciones según ideología. Un mal que nos está alejando de las personas convirtiendo a los protagonistas en personajes. Lejos del panegírico como de la denostación, el Azaña que nos presenta Prieto es un Azaña humano que tuvo pretensiones literarias a saber si interrumpidas por sus propias limitaciones como creador o por las responsabilidades políticas que le tocó asumir. Al cabo un hombre que quiso contarnos.
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