Ser visibles ante los demás, reafirmar la identidad ante el grupo, estar conectados a los amigos son algunos de los motivos para registrarse en las redes sociales
Las motivaciones para tener una cuenta registrada en las redes sociales mas populares (Twitter o Facebook) son múltiples: ser visibles ante los demás, reafirmar la identidad ante el grupo, estar conectados a los amigos, buscar viejos amigos o compañeros de clase, contactar o seguir la vida de familiares a varios cientos de kilómetros, sentirnos populares, tener una tribuna desde la cual exponer nuestras opiniones a temas de actualidad.
El anonimato produce terror, del mismo modo que asusta la soledad. En las redes sociales se vuelcan las emociones, con la protección que ofrece la pantalla y se comparte el tiempo libre por medio de la localización de personas, del chat, del envío de mensajes o del intercambio de fotos y vídeos o los «me gusta».
Hay personas que pueden incluso creerse populares porque tienen listas de amigos en las redes sociales.
Los riesgos de las redes sociales
Los riesgos más importantes de las redes sociales son, además de la adicción, el acceso a contenidos inapropiados, el ciberacoso (ciberbullying) o la vulneración de la intimidad. Así, en las redes sociales se puede acceder a contenidos pornográficos o violentos, denigrar a personas, transmitir mensajes racistas, fomentar la anorexia, captar adeptos para sectas, incitar al suicidio o al consumo de drogas.
En personas vulnerables existe el riesgo de crearse una identidad ficticia, potenciada por un factor de engaño, autoengaño o fantasía. Así, por ejemplo, hay personas que ligan bastante virtualmente porque se cortan menos delante de una pantalla que en la vida real. Sin embargo, hay quien no distingue entre lo íntimo, lo privado y lo público (que puede favorecer el mal uso de información privada por parte de personas desconocidas) y quien exhibe conductas histriónicas y narcisistas o deformadoras de la realidad (por ejemplo, alardear del número de amigos agregados).
A su vez, los mensajes instantáneos de los smartphones (especialmente los WhatsApp) pueden facilitar las conductas controladoras porque se sabe si una persona está en línea y a qué hora se ha conectado por última vez, lo que deja una huella fácil de seguir.
Asimismo existe el riesgo de “engancharse” (favorecido por la gratuidad) porque a menudo no se desconecta por hábito (al mirar la hora, ya se sabe si se tienen mensajes nuevos) o no se quiere desconectar si se utiliza, por ejemplo, como herramienta de trabajo.
Este sistema de mensajería puede crear problemas en la comunicación, por ejemplo de exclusión social (si no se le integra a una persona en un grupo), de vulneración de la intimidad (por las posibilidades del copia y pega) o incluso de malentendidos. Así, se puede llegar a discusiones e incluso enfados por no entender el tono irónico o controlador de un mensaje.
Adicción a las redes sociales
Cualquier inclinación desmedida hacia alguna actividad puede desembocar en una adicción, sin que exista necesariamente una droga de por medio. La adicción es una afición patológica que genera dependencia y resta libertad al ser humano al estrechar su campo de conciencia y restringir la amplitud de sus intereses. La interferencia grave en la vida cotidiana de la persona, a nivel familiar, escolar, social o de salud, es un requisito necesario para definir a una conducta como adictiva.
La adicción puede estar presente en las redes sociales cuando se hace un mal uso extremo de ellas. Así, se instaura una adicción cuando la utilización de las redes sociales supone una pérdida de control, una absorción a nivel mental y una alteración negativa de la vida cotidiana de la persona afectada. En estos casos los comportamientos se vuelven automáticos y emocionalmente activados y los sujetos afectados tienen poco control cognitivo sobre el acierto o error de la decisión.
El adicto sopesa los beneficios de la gratificación inmediata, pero no repara en las posibles consecuencias negativas a largo plazo. Por ello, el abuso de las redes sociales puede facilitar el aislamiento, el bajo rendimiento laboral o escolar, el desinterés por otros temas y los cambios de conducta (por ejemplo, la irritabilidad o ansiedad), así como el sedentarismo e incluso la obesidad.
La dependencia de las redes sociales está ya instalada cuando se produce un uso abusivo asociado a una pérdida de control, aparecen síntomas de abstinencia (ansiedad, depresión, irritabilidad) ante la pérdida temporal de conexión, se establece la tolerancia, es decir, la necesidad creciente de aumentar el tiempo de conexión a las redes sociales para sentirse satisfecho, y de ahí derivan consecuencias negativas para la vida cotidiana de la persona afectada (salud, familia, escuela y relaciones sociales).
Factores de riesgo para hacerse dependiente de las redes sociales
Hay personas más vulnerables a las adicciones. Por ejemplo, las redes sociales están disponibles para casi todas las personas en las sociedades desarrolladas, pero sólo una pequeña parte de la población presenta problemas de abuso. En concreto, los adolescentes constituyen un grupo de riesgo porque tienden a buscar sensaciones nuevas y son los que más se conectan a Internet, además de estar más familiarizados con las nuevas tecnologías.
En algunos casos hay ciertas características de personalidad o estados emocionales que aumentan la vulnerabilidad psicológica a las adicciones: la impulsividad; la disforia (estado anormal del ánimo que se vivencia subjetivamente como desagradable y que se caracteriza por oscilaciones frecuentes del humor), la intolerancia a los estímulos poco placenteros, tanto físicos (dolores, insomnio o fatiga) como psíquicos (disgustos, preocupaciones o responsabilidades) y la búsqueda exagerada de emociones fuertes.
Hay veces, sin embargo, en que en la adicción subyace bajo un problema de personalidad del individuo: timidez excesiva, baja autoestima o rechazo de la imagen corporal, por ejemplo. A su vez, los problemas psiquiátricos previos (depresión, fobia social o baja autoestima) aumentan el riesgo de engancharse a las redes sociales. En estos casos el abuso de Internet es como el humo que denota la existencia de un fuego más o menos próximo (un problema de personalidad o un trastorno mental).
Otras veces se trata de personas que muestran una insatisfacción personal con su vida o que carecen de un afecto consistente y que intentan llenar esa carencia con un mundo imaginario. La falta de cohesión familiar o la pobreza de relaciones sociales pueden incitar a una persona a compensar en el mundo virtual las carencias del mundo real. En estos casos Internet o las redes sociales actúan como una «prótesis tecnológica».
Señales de alarma
Las principales señales de alarma que denotan la conversión de una afición en una adicción son las siguientes:
a) Privarse de sueño (dormir menos de 4 horas diarias) para estar conectado a la red, a la que se dedica unos tiempos de conexión anormalmente altos.
b) Descuidar otras actividades importantes, como el contacto con la familia, las relaciones sociales, el estudio, trabajo o el cuidado de la salud.
c) Recibir quejas en relación con el uso de la red de alguien cercano, como amigos cercanos, padres o hermanos.
d) Pensar en la red constantemente, incluso cuando no se está conectado a ella y sentirse irritado excesivamente cuando la conexión falla o resulta muy lenta.
e) Intentar limitar el tiempo de conexión, pero sin conseguirlo, y perder la noción del tiempo.
f) Mentir sobre el tiempo real que se está conectado a los demas.
g) Aislarse socialmente, mostrarse irritable y bajar el rendimiento en los estudios o en el trabajo.
h) Sentir una euforia y activación anómalas cuando se está delante de la pantalla.
De este modo, conectarse a la red siempre que sea posible, meterse en Internet nada más levantarse y ser lo último que se hace antes de acostarse, así como reducir el tiempo de las tareas cotidianas, tales como comer, dormir, estudiar o charlar con la familia, configuran el perfil de un adicto a las redes sociales. Más que el número concreto de horas conectado a la red, lo determinante es el grado de interferencia negativa en la vida cotidiana.
Conclusiones
Las personas obtienen un nivel global de satisfacción en la vida que deriva de fuentes diversas, tales como la familia, la pareja, el trabajo, las relaciones sociales o las aficiones en las que están implicadas. Cuando una persona no consigue diversificar sus fuentes de satisfacción o se siente insatisfecha en algunas de ellas, puede recurrir al mundo virtual en un intento de compensar en este lo que no tiene en el mundo real.
El abuso de las redes sociales es un fenómeno preocupante en algunos casos, pero este hecho puede denotar la existencia de otras alteraciones (personales o familiares) que hay que saber detectar adecuadamente para abordar el problema en conjunto.
Las personas deben aprender a integrar las redes sociales con las relaciones sociales reales. La riqueza de la comunicación interpersonal requiere de un contacto cara a cara si no se quiere construir relaciones sociales ficticias que antes o después acaban por derrumbarse.
El libro ‘Nuevas tecnologías: nuevas adicciones’ de Andres Puyol Perez (editorial Gesfomedia), se aborda el tema desde un punto de vista sencillo y comprensible para padres y jóvenes. Los videojuegos, internet, la televisión o los teléfonos móviles se han convertido en herramientas indispensables en el dia a dia, pero su abuso puede desembocar en algún que otro quebradero de cabeza para los que rodean a un adicto. A través de un libro como este se enumeran ciertas pautas a tener en cuenta para establecer un buen uso de las redes sociales y las nuevas tecnologías y establecer una relación positiva pero no posesiva.
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