El acto de recuerdo a la poetisa torrevejense tuvo un gran éxito de convocatoria
Este sábado, un repleto salón principal de la Sociedad Cultural Casino de Torrevieja acogió la conferencia «Trina Mercader, una poeta torrevejense al otro lado del estrecho», a la que asistieron, en presencia de Asunción Valenzuela, vicepresidente de la entidad, los concejales Ricardo Recuero, Sandra Sánchez y Domingo Paredes, así como parientes y personas allegadas a la homenajeada. Prueba del interés suscitado es el anuncio, en días previos, en las redes sociales de dos relevantes instituciones: la Casa Mediterráneo, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación (MAEUEC) y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID); y la Fundación Jorge Guillén de Valladolid, que informó de la visita en febrero de José Miguel Toro a sus fondos documentales, con su agradecimiento por reivindicar y difundir la figura de Trina Mercader.
El conferenciante, José Miguel Toro, preparando uno de los recitales que dirige para Ars Creatio, halló unos poemas de cuya autora quiso saber más. Para su grata sorpresa, descubrió que Trinidad Sánchez Mercader (su nombre completo) había nacido en Torrevieja el 24 de marzo de 1920. Cierto es que se discute si el lugar exacto fue Alicante; pero, al fin y al cabo, no es eso lo importante. La sorpresa no iba a quedar ahí, porque la trayectoria literaria y editorial de Trina Mercader dejaría recuerdo tanto a un lado como al otro del estrecho. Producto de las primeras búsquedas es el artículo publicado hace tres años en el número 61 de la revista Ars Creatio: https://arscreatio.com/articulos/?articulo=1592.
Tras fallecer su padre, el militar destinado en Alicante, Jenaro Sánchez Samper, Trina se desplaza de niña, con su madre viuda, Trinidad Mercader Mateo, a Torrevieja. Sin embargo, procurando unas mejores condiciones de vida, deciden establecerse en Larache, donde residían su prima María López Mercader y su marido, Bonifacio Balaguer, en la época del Protectorado español de Marruecos. Este traslado se convirtió en definitivo al estallar la guerra civil en España. Larache marcaría en adelante la vida de la entonces adolescente Trina. Con los años, gana un puesto de administrativa en la junta municipal de la ciudad.
Su inquietud literaria y sus lugares de procedencia y residencia la llevan a establecer lazos culturales entre España y Marruecos, así como entre sus respectivas lenguas y religiones. Un proyecto que el ponente calificó de «atrevido y novedoso» y que no estuvo exento de obstáculos y alguna que otra desagradable contrariedad. Porque Trina, en sus comienzos como autora, era una mujer reservada con su propia obra, hasta el punto de que su primera publicación se debe al magistrado y poeta Cesáreo Rodríguez-Aguilera, que envió a la imprenta —precisamente con el pseudónimo de Tímida— un texto de la incipiente poetisa sin que ella lo supiera. Desde entonces nace una fructífera amistad y Trina Mercader firma de igual forma su primer libro de prosa poética, Pequeños poemas. Se da la circunstancia de que Tímida es un anagrama de Itimad (nombre que pondría en el futuro a su editorial), la joven reina niña, esclava y esposa del rey poeta Al-Motamid (nombre de la revista que fundaría y dirigiría) de Sevilla.
Merced a la tenacidad de Trina Mercader, en 1947 ve la luz el primer número de la revista Al-Motamid. Verso y prosa, bilingüe en árabe y español. Editada en dos etapas (Larache y Tetuán, por haber sido trasladada después a esta ciudad) hasta 1956, llegó al público en 33 números. Colaboran autores como Jacinto López Gorgé, Pío Gómez Nisa, Eladio Sos y Juan Guerrero Zamora. El primero de los citados es nombrado en 1953 director de Ketama, suplemento de una recién creada revista, al que da un formato similar al de Al-Motamid. En el primer número de aquél, Trina Mercader comparte páginas con, entre otros, Miguel Hernández (fallecido) y José Hierro. La experiencia editorial adquirida por Trina la anima a publicar, entre 1954 y 1956, una colección de cuatro libros, obras de Mohammad Sabbag, Carmen Conde, la propia Trina Mercader y el arabista Pedro Martínez Montálvez. La independencia de Marruecos dejó sin publicar el quinto volumen, que estaba en preparación.
De la extensa lista de poetas colaboradores en Al-Motamid, además de los ya mencionados, cabe citar a Carmen Conde, Mercedes Chamorro, Juan Ramón Jiménez, Gerardo Diego o Vicente Aleixandre (en la conferencia, entre otras de gran valor histórico, fue mostrada una foto del que dos decenios después sería Premio Nobel junto a Trina Mercader). José Miguel Toro subrayó uno de esos nombres, el de José María Casciaro, hijo del propietario de la finca Pedro Casciaro Parodi, donde actualmente se ubica el parque de las Naciones. José María Casciaro, después de ser ordenado sacerdote, entraría en contacto con José María Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, con quien mantendría una estrecha relación.
Además de la literatura, Trina Mercader se ocupó de otros ámbitos culturales, como la pintura, la escultura, la arqueología o la historia. También estaba dotada para el dibujo. Hasta 1956 no publicaría su segundo libro, Tiempo a salvo. Con la independencia de Marruecos, Trina ha de volver a España como funcionaria de la administración pública, y en 1958 pide el traslado a Granada, según ella, la ciudad más parecida a la tierra que había tenido que abandonar y de la que se había llegado a enamorar profundamente. Allí ejerce como jefa del archivo de la localidad y entra en contacto con su círculo poético, en el que conoce a Antonio Muñoz Molina y a Antonio Carvajal Milena, con el tiempo admirador suyo. Tras ser animada a continuar escribiendo, publica en 1971 su tercer y último poemario, Sonetos ascéticos, en el que subyace un latente misticismo.
Por mediación de Fernando de Ágreda, arabista de reconocido prestigio y gran amigo suyo, es invitada en 1980 por el Instituto Hispano-Árabe a dar una conferencia en Madrid sobre sus vivencias y publicaciones. Antes de viajar a la capital pasa por Torrevieja a visitar a su prima María y a su marido, que en su día la acogieron en Larache. El domicilio era el de la casa familiar de Manuel Balaguer, profesor durante un tiempo de la Escuela Municipal de Pintura y sobrino y ahijado de Trina Mercader.
Ya en la etapa final de su vida y cansada por la enfermedad que la aquejaba desde joven (lupus), Trina Mercader cede su archivo literario a su amigo Antonio Carvajal, quien junto al suyo propio lo depositó en la Fundación Jorge Guillén de Valladolid. En esta sede hay muchos más poemas de Trina Mercader no publicados, se desconoce por qué razón. De su relación con Torrevieja, José Miguel Toro mencionó su generosa aportación al monumento al Hombre del Mar, la abundante correspondencia que se conserva con conocidas personas de nuestra localidad, y las viviendas en las que solía pasar los veranos.
A pesar de que Antonio Balaguer, el hijo de su prima María, le pidió a Trina Mercader en 1984 que se quedara a vivir en Torrevieja, donde podría aliviarse su enfermedad, decidió volver a Granada. En esta ciudad, la que ella eligió, pasó el resto de sus días, hasta el 18 de abril de ese mismo año. El conferenciante considera que el valor de la poesía de Trina Mercader aún no ha sido justamente reconocido. Es excepción la antología Poesía femenina española viviente, que en 1954 editó Carmen Conde. Sí ha sido objeto de diversos homenajes póstumos (en Granada, al año de su muerte), conferencias (Fernando de Ágreda, en 2003, en los Institutos Cervantes de Casablanca, Rabat, Tetuán y Tánger), monográficos (2021, Paloma Fernández Gomá, Algeciras; 2006, Sonia Fernández Hoyos, UNED) y otros artículos en que se la recuerda.
Después de los agradecimientos a cuantos facilitaron la documentación, y de la lectura de una carta que Fernando de Ágreda escribió a su amiga con el deseo de que fuera leída en este acto, José Miguel Toro —emocionado al recordar que tuvo en sus manos una epístola de Vicente Aleixandre de su puño y letra— terminó la conferencia apelando a las autoridades con la petición de que no dejemos pasar el tren del recuerdo otros cuarenta años para reconocer en su ciudad a Trina Mercader como merece. Sólo es la primera etapa —se conservan muchos más documentos interesantes— de un ímprobo y meticuloso trabajo que lo ha llevado a recorrer varias ciudades de España en pro de una poetisa y humanista que tiene un importante lugar en otras latitudes pero aún está esperándolo en la tierra donde nació y dio sus primeros pasos.
Como emocionante epílogo fueron recitados cinco poemas de la autora, en las voces de sendas colaboradoras de Ars Creatio: Desde lejos (Ana Montalvo), Mayo de los amantes (Clara Ordiz), Tranquilizaos. Miradme (Marisol Cos), Ya no tengo más boca que la tuya (Primi Gómez) y Yo soy esa muchacha (Amparo Moreno).
Seguro que después de esta conferencia y de su repercusión, José Miguel Toro, junto a muchos torrevejenses más, se verá cumplido el deseo de que Trina no vuelva a quedar sepultada en el olvido.
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