Anatomía de la melancolía: Mi Jesús

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Por Mateo Marco Amorós

Fotografía de Joaquín Marín

Escribir para el público exige rigor. Es verdad que en ocasiones se nos tolera una mera alusión sin concretar datos, pero también una referencia sin concreciones puede despertar la curiosidad de alguien que nos pide información sobre lo que comentamos de pasada. Así ha sido por lo que dijimos ayer cuando citamos sin pelos ni señales un librito de comunión. No dimos más referencia porque no teníamos el ejemplar. Escribíamos al dictado del recuerdo de aquellas imágenes contrastadas de los puentes de los Mandamientos de la Ley de Dios, observados y no observados, puente sólido frente a puente roto. Imágenes contrapuestas, la del infierno –decíamos– alimentaba nuestros miedos. Obligado por esa solicitud curiosa buscamos el dichoso librito.

Encontrándolo, concretamos: se titula Mi Jesús, añadiendo que se trata de un Devocionario que ofrece a los niños el P[adre] Luis Ribera, Misionero Hijo del Corazón de María. Se trata de una nueva edición realizada en 1965 por Editorial CO.CUL.SA, de las muchas que se hicieron desde la primera, en 1928 que sepamos. Obra conocida también como Jesuset. El autor Luis Ribera, padre claretiano nacido en 1880, falleció en 1956.

Volviendo a ojearlo/hojearlo, corregimos lo dicho sobre el puente roto. Los desafortunados viandantes no caen sobre un infierno poblado de llamas y seres monstruosos sino sobre aguas turbulentas donde unos grandes peces los devoran.

Pero las de los Mandamientos no son las únicas páginas donde persuasivos dibujos y comentarios catequéticos contrastan situaciones relacionadas con la doctrina y liturgia eclesiásticas. Así las que cotejan la buena y mala confesión, la misa bien o mal oída, las que se titulan «Dios premia a los buenos» y «Dios castiga a los malos», las dedicadas a las tres cosas que se deben evitar y las que practicar, la de los dos caminos –el del bien o el del mal– donde las voces del ángel o el demonio y también la que representa «los trenes de la otra vida, o los novísimos del hombre», trenes que conducen hacia las cuatro situaciones que según el catolicismo nos esperan después de la vida: muerte, juicio e infierno o gloria. Novísimos.

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