Por Mateo Marco Amorós
Imagen de Joaquín Marín
«Limpia, fija y da esplendor». Así de contundente reza el lema de la RAE presentándose como un eficaz producto de droguería doméstica al servicio de la lengua española. Porque tratándose del uso de una lengua, de cualquier lengua la hablen más o menos personas, es asunto que importa lo más aseado, sujeto y brillante posible. Será por esa misión higiénica por lo que la RAE hace poco ha practicado una friega con estropajo y cepillos duros al documento titulado Recomendaciones para un uso no sexista del lenguaje en la Administración parlamentaria aprobado por el Congreso de los Diputados en diciembre pasado. El debate no es nuevo. Redunda sobre la economía, o no, del lenguaje. Y sobre todo en lo que respecta al uso del masculino genérico.
Para evitar lo que se considera lenguaje sexista, muchas guías similares a la del Congreso se han publicado estos años atendiendo diversos contextos: el deportivo, el educativo, el jurídico, el sanitario… El Gobierno de España, Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad y el Instituto de la Mujer para la Igualdad de Oportunidades, atendiendo una de las medidas previstas en el II Plan para la Igualdad entre mujeres y hombres, aprobado por Resolución de 26 de noviembre de 2015, difundieron en internet el documento Guías para el uso no sexista del lenguaje donde se recogen ciento veinte títulos. Sin ser exhaustivos reconoce el propio documento.
Dando lustre, la RAE en uno de los párrafos de su nota sobre las recomendaciones del Congreso, recuerda a sus Señorías que sería sexista el lenguaje de la literatura, el ensayo, la ciencia, el cine, el periodismo, la legislación y otros ámbitos en los que no se aplican esas recomendaciones propuestas por la administración.
Botón de muestra, un pasaje leído hace poco en Muñoz Molina: «Sobre las conversaciones de la gente se elevaban los gritos de los vendedores, casi todos mujeres». Lo prefiero ante la tentación de decir «vendedores y vendedoras»; como mucho menos a utilizar el enredo de la arroba. Prefiero los andamios gramaticales de siempre. Tan claros. Tan limpios.
A veces nos complicamos tontamente.
Yo no considero una garantía de la igualdad el uso de niños/niñas, chicos/chicas, médicos/médicas, limpiadores/limpiadoras y muchos más.
El uso de los genéricos que engloban ambos sexos facilita mucho las cosas.
A mis 63 años de edad nunca me he sentido relegada a un segundo plano por el hecho de ser mujer.
Es más, en estos momentos en que hay que se empeña en usar la duplicidad en esos términos, hace más daño con la forma de expresarse y su lenguaje no verbal que con el uso de esa doblez.
El lenguaje a veces, puede ser muy perverso según se use.