Anatomía de la melancolía: La noria

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Por Mateo Marco Amorós

Fotografía de Joaquín Marín

Tengo la sensación de que en mi experiencia profesional docente he tenido la mala suerte de vivir en exclusiva malos tiempos. Pero como veremos no. Porque hay plagas que vienen de lejos en tiempo y lugar acomodándose. Así la de las «innovaciones» pedagógicas. Porque siempre hubo oficiantes que predicaran nuevas didácticas. O no tan nuevas. Por lo común sin el ejemplo personal. Tan ocupados en la defensa de la doctrina. Calamidad aumentada en España por los continuos cambios legislativos en Educación. Como una noria. Si de feria, aburrida; desesperándonos con su rutinario rodar. Si de riego, estéril al vomitar el agua sus cangilones sobre una alberca cerrada, convertida en charco de ranas.

Estados Unidos, años treinta. La crisis del veintinueve aún pesa sobre las gentes. En un pueblo imaginario, Maycomb, una niña de novela, Scout, se siente estafada por la noria del sistema escolar. No entiende que el Estado quiera regalarle doce años de «aburrimiento inalterado». Su estreno en la escuela no aventura atracción. La señorita Caroline, que practica una nueva metodología, le reprocha que su padre le enseñe; y que lean juntos. Y eso que Scout además de leer también sabe atarse los zapatos. Ante el disgusto, su hermano Jem justificará a la maestra argumentando que está introduciendo un nuevo método por el que «uno no ha de aprender mucho de los libros». Que «por ejemplo, si quieres saber cosas de las vacas, vas y ordeñas una», le dice pero… Scout se aburre. Porque en Primer Grado tampoco escriben, sólo letra de imprenta. Escribir escribir será en Tercer Grado.

—La perspectiva de pasar nueve meses absteniéndome de leer y escribir me hizo pensar en marcharme —confiesa Scout. Más tarde denunciará que tampoco fueron propicios el resto de los días de escuela por consistir «en un proyecto interminable que se transformó lentamente en una Unidad, por la cual el Estado de Alabama gastó millas de cartulina y lápices de colores en un bien intencionado, pero infructuoso esfuerzo por inculcarme Dinámica de Grupo».

Menos libros, menos escribir, proyectos interminables, dinámicas de grupo… ¿Años treinta del siglo pasado?… Me suena, me suena.

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