Anatomía de la melancolía: Entrando el otoño

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Imagen de Joaquín Marín

Por Mateo Marco Amorós

Del otoño, estación que estimo, especialmente me atrae la caída de las hojas, caducidad eventual de los árboles caducos. Un desnudarse generoso alfombrando superficies para chasquido de pisadas. Un desnudarse descubriendo los nidos, dejándolos a la intemperie y al capricho, sobre todo en los pueblos, del mocerío. Un desnudarse para ofrecernos, como esqueletos, las ramas sarmentosas, su carácter famélico. Esto, con los primeros helores. Sobre todo donde nací. Un desnudarse para renovarse.

No sé si cualquier tiempo pasado fue más lluvioso. Pero los otoños de mis tiempos pasados los recuerdo más lluviosos. El patio térreo del colegio encharcado, formando una geografía de lagunas, islas, penínsulas con sus istmos y sus cabos. Espacios que correteábamos saltando y chapoteando. Ya esperando el inicio de las clases, ya en el recreo. Estos días de lluvia, las katiuskas eran extremidad confundida en nuestro cuerpo, impedimenta identitaria de héroe. Héroes y también ingenieros –¡o dioses!– transformando a nuestro gusto los espacios anegados. Lo contamos hace años cuando escribimos «Días de lluvia» trayendo un fragmento de un hermoso libro de Eliseo Reclus, El arroyo, y celebrando la canción de Dani Martín titulada «Los charcos».

Hablando de canciones y apreciando la caída de las hojas, recordamos otra melodía estimada, ésta de Lluís Llach: «Com un arbre nu». Canción íntima: Com un arbre nu, / com dibuix fet al vent, / com un arbre nu, / jo l’ocell, jo l’ocell. (…) (Como un árbol desnudo, / como dibujo hecho al viento, / como un árbol desnudo, / yo el pájaro, yo el pájaro).

Deshojándose los árboles en otoño, con hojas de plátanos orientales grabábamos postales para la Navidad. Recolectadas las planchábamos introduciéndolas varios días entre las páginas de algún libraco. Cualquier tomo de la enciclopedia Espasa-Calpe abreviada que teníamos en casa servía bien. Alisadas, las untábamos con témperas de diferentes colores en cada hoja y, como sello, las imprimíamos sobre una pequeña cartulina conformando un collage abstracto. En fin, no sé. Pero estimo el otoño. Su recogimiento. En septiembre. Por mi santo, por mi cumpleaños y… Hace mucho tiempo, por mi Primera Comunión que –no sé por qué– fue en este mes, entrando el otoño.

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