Anatomía de la melancolía: El riesgo de la terquedad

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Imagen de Joaquín Marín

Por Mateo Marco Amorós

Cuando las guerras en Yugoslavia –Tristes guerras…– en un artículo titulado «Preocupante prepotencia», publicado en EL MUNDO el uno de mayo de 1999, Javier Ortiz mostraba su desazón por la actitud prepotente del mando militar de la OTAN frente a Milosevic. El periodista, como ejemplo de esa prepotencia que denunciaba, aludía a un incidente protagonizado años atrás por el portaviones estadounidense Abraham Lincoln, que navegando por la costa de Terranova, detectando un obstáculo en su rumbo se empeñaba en mantenerlo. Los del portaviones, en comunicación con autoridades portuarias canadienses, les instaban a que se apartaran de su derrotero.

Siendo leyenda urbana, Ortiz lo recordaba como hecho real. Pero aun tratándose de una ficción, atribuida igualmente a un buque de la armada británica, el caso sirve también como ejemplo del riesgo de la terquedad. La leyenda urbana cuenta que un potente barco de guerra, sea de la marina de los Estados Unidos o de Reino Unido, flanqueado por otros barcos de guerra menores, navega próximo a las costas de Terranova atisbando en su rumbo un impedimento. En comunicación por radio, piden a las autoridades canadienses que con urgencia varíen su dirección unos grados al norte. Los canadienses aconsejan que, para evitar la colisión, mejor que varíen ellos la suya. Los del buque de guerra exigen e insisten a los de Canadá que deben cambiar ellos su trayectoria, advirtiéndoles de que sus barcos son muy potentes. Los canadienses, resignados, comunican: «Hagan lo que quieran. Pero esto es un faro».

El chiste es chiste, pero tiene su moraleja: la prepotencia, como la terquedad, puede acarrear nefastas consecuencias. El erre que erre inmodesto puede derivar en un grave accidente. El no escuchar a los otros, o escuchándolos no hacer ni puñetero caso porque estamos prendidos y seguros de que la razón está de nuestra parte, puede provocar un desastre.

Paradójicamente, frente a esa terca firmeza, estudios psicológicos aseveran que detrás de la misma cabe una personalidad insegura, un miedo al cambio y un pavor a aceptar otros modos de pensar o vivir. Y esto, siendo un peligro para la convivencia, puede provocar muchos «accidentes».

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