Por Mateo Marco Amorós
Imagen de Joaquín Marín
Publicado en la edición del quince de diciembre de 1924 de «La Lectura Popular», el diálogo titulado «¡AL PESEBRE!» lo firma Adolfo Clavarana, fundador del citado periódico quincenal oriolano. Se trata de una plática entre Blas y el tío Matraca.
Preocupado y pesimista Blas ante las miserias individuales: crímenes, infamias, picardías, estafas… y colectivas: ambiciones, guerras, tiranías, revoluciones, desigualdad, odio… El tío Matraca le anima y consuela confiando en que la solución a los males que le afligen está en el pesebre, en el pesebre de Belén concreta; «donde nació el hijo de Dios entre el estiércol de los hombres, para conseguir que los hombres salieran de su propio estiércol y llegaran hasta el trono de Dios». Ahí, en ese pesebre, según el tío Matraca, está el remedio para lo que acongoja a Blas. Porque contra los defectos del ser humano, la fe.
Dos encadenamientos lógicos de supuestos utiliza tío Matraca –alter ego de Clavarana– para demostrar a Blas que los males del mundo tienen su origen en las miserias de nuestro corazón; y en definitiva en los pecados. Al cabo, los males colectivos tienen su origen en el mal individual. Los males colectivos lo son por culpa de nuestras ambiciones particulares. Es por lo que tío Matraca sentencia: «el mundo, hoy lo sabe todo. Sabe ser sabio, ser rico, sabe ser fuerte, sabe ser poderoso; pero no sabe ser bueno, y por consiguiente no sabe ser feliz». El remedio está entonces en acercarse al pesebre de Belén, junto al Niño, donde «se calman los dolores, se endulzan las lágrimas, el trabajo se ennoblece, el fatalismo se ahuyenta, despiértase la fe, ábrense las puertas de la esperanza; los ricos aprenden a bajar, los pobres a subir, los fuertes a temer, los débiles a esperar, (…)». Si no este pesebre panacea, será el pesebre de las bestias –concluyen tío Matraca y Blas– donde la decadencia de la humanidad.
Al margen de nuestras creencias o increencias, no vendría mal en estos días considerar las esencias del pesebre de Belén: sencillez, ternura, esperanza, ecumenismo, paz en la tierra… Así que… ¡Al pesebre! ¡Feliz Navidad!
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