Mateo Marco Amorós / Bardomeras y Meandros
Joaquín Marín / Fotografía
Terminándose el año nos dijiste adiós. Dejándonos huérfanos de amistad. Por cierto, yo no sé si abuso diciéndote amigo conociéndote el poco tiempo en el que he tenido la suerte de conocerte. Pero hacías tan fácil el estimarte que, como amigo, he sentido tu despedida.
Hacías fácil, sí, el quererte. Generosidad, gracia, atención, amabilidad sinceras son cebos apetitosos que alimentan cómodamente las querencias. Por esto, faltándonos ahora tu risa, estamos tristes. Una risa que nunca sisaste en el lamento y pelea contra esa puta Rusca. Le robo el nombre de Rusca a Salvatore Roncone –Bruno el partisano en los años de guerra– protagonista de la novela La sonrisa etrusca de José Luis Sampedro. Rusca le puso Salvatore a su cáncer en memoria de una hembra de hurón que tuvo. La sonrisa etrusca, novela que nos enseña a morir. Como en La vieja sirena, también de José Luis Sampedro, se nos enseña a morir y a vivir. Porque no hay vida, resignémonos aunque nos joda, sin la muerte.
Te despedimos como amigo y lloramos como amigos las sentidas palabras que te dedicó tu Hermano Mayor de la Hermandad del Cristo de la Buena Muerte. Lloramos aquellas palabras porque fueron hermosas. Cristo de la Buena Muerte es Cristo que me trae a esos Cristos que Unamuno glosó en los versos de los poemas dedicados al Cristo de Velázquez y al Cristo yacente de Las Claras de Palencia. En el primero de los poemas: » (…) Que eres, Cristo, el único / hombre que sucumbió de pleno grado, / triunfador de la muerte, que a la vida / por Ti quedó encumbrada. (…)». Y en el segundo, Cristo «inmortal como la muerte»; Cristo que dice a nuestras penas que «¡No hay nada más eterno que la muerte, / todo se acaba! (…)».
Cuando nos juntemos los que nos hemos quedado miraré esa televisión en la que tú decías que había que mirar para ver ganar a tu equipo. Y echaré de menos tenerte a mi lado –tu sonrisa– si algún día nos toca una Rusca. Te echaré de menos porque necesito saber cómo vencer la adversidad. Doliéndonos, amigo, tu vacío.
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