Nuestras mejores ropas, nuestros mejores peinados, nuestras mejores pinturas, nuestro mejor aspecto… En definitiva la mejor versión visual que podemos dar de nosotros mismos en relación a la imagen ideal de la sociedad del momento, independientemente de que coincida íntegramente con la imagen que daríamos al margen de ciertos condicionantes que nos aplastan.
Todo preparado para una nueva salida “divertidísima” de fiesta con amigos y amigas. Los locales más de moda de la zona llenos, preparados, para acoger a la mejor gente, a la más divertida, a la que de verdad merece la pena, pues el resto se quedará en la puerta con una simple radiografía visual del criterio de turno.
Dentro del local, los prejuicios se ven pasar entre los vasos llenos de combinaciones de brillantes refrescos, sorteando las aparentes miradas de indiferencia que ocultan los deseos de casi todos los presentes de tener una relación humana de lo más normal. Sin la presión social del rol preconcebido de sentirse: por una parte como un “cazador”, y por la otra como “la presa”. Por una parte el que arriesga su autoestima y por la otra el que la alimenta…
Vamos tan dormidos, tan programados, a pegarnos la fiesta que ni tan siquiera percibimos que no hay libertad en ninguna de las partes, porque ambos, los que pretendemos “cazar” y los que nos dejamos ser “presa” vamos esclavizados por los cánones de lo que es ser una buena “presa o cazador” para tantos infelices que nos dejamos llevar por dichos mandatos sociales. Éste es gordo, ésta es baja, ésta no tiene…, tiene demasiado…, su nariz… Me pregunto: ¿Si viviésemos en un mundo de ciegos que merito tendríamos muchas de las personas que hoy nos creemos más que otros solamente por nuestro aspecto?
¿Es un “tópico” absurdo tener que emborracharse para ser una persona normal que dice “hola” de manara amigable, cordial y respetuosa a otra, sin el prejuicio sexual de ambas partes? Igual las generaciones venideras se merecen un poco más de libertad conceptual, basada en unos valores menos discriminatorios… ¿A ti no te gustaría? A mí sí. ¡Vamos!
Acabaré añadiendo una “tontería” más a este artículo, quizá deberíamos acercarnos entre nosotros primero más como humanos para ver si merece la pena hacernos sufrir unos a otros como hombres y mujeres…
Te quiero.
Autor del libro «De mayor… Quiero una familia como vosotros»
www.dejarhuella.org
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