A propósito de…LXIX

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Maino Pentecostes

Cincuenta días después

Laura F.
 
‘Pentecostés’ de Juan Bautista Maino

Más o menos sabemos que todas las fiestas que hoy celebramos tienen su origen en festejos relacionados con las cosechas o por fenómenos naturales a los cuales los hombres,no se les encontraba explicación en la antigüedad. Todas tenían que ver con la ‘divinidad’ o ‘espíritus’ con los que congraciarse. Con la evolución de las sociedades y su pensamiento, estas creencias derivaron a religiones establecidas en cada imperio o territorio. La más antigua nos llevaría al paleolítico con la expresión mágico-simpática.

Pero de las religiones monoteístas, la más antigua es el Judaísmo. Una de sus tres grandes fiestas es Pentecostés, en griego, pero que en hebreo se llama Shabuot. Ya en el Éxodo se habla de la ‘Fiesta de las cosecha de las primicias’, es decir, de los primeros frutos que se dedicaban a la deidad. También se solían llamar ‘De las semanas’ o el ‘Día de las primicias’. Después pasó a llamarse Pentekosté, que significa ‘cincuenta días después’, de la fiesta de la Pascua. Además de la celebración de los primeros frutos de la naturaleza, también se recordaba la entrega a Moisés de los Diez Mandamientos en el Sinaí. Son siete semanas de siete días, al siguiente, es la celebración.

Los números en el judaísmo son muy significativos y tiene una simbología (los manejan tan de pequeños que yo creo que, por eso, saben tanto de cuentas). El número siete significa plenitud y perfección; de ahí los siete días del a creación, perdonar setenta veces siete,… El caso es que los judíos celebrarán Pentecostés el 6 del mes Sivan (Junio) del año 5774, y equivale al 4 de junio del 2014. Pero los cristianos lo haremos el 8 de junio del 2014, en domingo. Como todos los cristianos deberíamos saber, el Cristianismo es una religión que nace del Judaísmo, pues no debemos olvidar que Jesús de Nazaret era judío, y celebraba todas las fiestas ancestrales, como buen judío que era. Es por ello que durante el tiempo que pasa desde su muerte hasta su definitiva despedida, es decir, durante cuarenta y nueve días, se va mostrando a aquellos que le apoyaron, le siguieron y a los más íntimos, con el fin de darles el último regalo: demostrarles que hay vida después de la vida. Confirmarles con su presencia que lo que había predicado no eran fabulaciones de un profeta cualquiera.

Si no del Hijo de Dios: Quien me ve a Mí, ve al Padre (cfr. Jn. 14,9) o Yo y el Padre somos una sola cosa. (cfr. Jn. 10,30). Jesús elige el día principal para reunirlos, el que hace cincuenta. Pero… ¿Dónde estaban los más allegados, qué hicieron después de enterrar a Jesús? Habían salido huyendo despavoridos, se dispersan y cada uno busca cobijo. La mayoría se vuelven a Galilea. Se han quedado más muertos que Jesús, sin guía, con miedo y sin esperanza. Pero algo debió ocurrir para que volvieran al lugar donde ocurrió la gran tragedia, el horror, el pavor y donde Pedro tiene que recordar la vergüenza cuando le negó. Todos vuelven, unos de Galilea, otros salen de sus escondites en Jerusalén. Las mujeres, como socialmente contaban tan poco, no tuvieron que hacer nada especial, sólo esperar. Ellas fueron las primeras en volver a ver a Jesús, pero su testimonio no era válido (eran mujeres). Pero se quedaron al pie del cañón, esperando a su rabuní (maestro).

La traducción de los expertos del arameo es que se ‘apareció’, que ‘Jesús se dejó ver’, a todos, pero especialmente a los más íntimos, los reunió en el mismo lugar donde habían cenado y allí les instruyó definitivamente. ALGO ocurrió en esa habitación, porque de ella salieron discípulos con personalidad distinta: valientes, decididos, atrevidos, como si hubiesen entendido, por fin.

Los cristianos celebramos en Pentecostés la entrega del Espíritu Santo. ¿Qué es el espíritu Santo? Es la CONCIENCIA SUPREMA, LA ESENCIA MISMA DEL UNIVERSO, el ser, el ente que ha creado todo lo existente, el que te ofrece participar de su plenitud. Hay un pasaje muy definitivo que dice :  A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero.(Mt 12, 32). Es por ello que la ofensa contra el Espíritu supone el rechazo de esa participación, de su obra, de su don de vida, de su amor. ESO CELEBRAMOS LOS CRISTIANOS CINCUENTA DÍAS DESPUÉS DE QUE ÉL ‘SE DEJE VER’.

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