A piedra y lodo

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Mateo Marco Amorós / Bardomeras y Meandros

Joaquín Marín / Fotografía

«La primera disposición tomada por nuestras autoridades fue cerrar a piedra y lodo las puertas de la ciudad, (…)». La expresión «cerrar a piedra y lodo» nos la recuerda el erudito Rufino Gea –Justo Rufino Gea Martínez, bigastrense– en su obra Los oriolanos de antaño. Nos la recuerda usada en tiempos de peligro. Como lo eran a principios del dieciocho, por estas tierras nuestras, aquellos tiempos de la guerra de Sucesión. Tiempos de guerra recreados por el cronista en el libro dicho.

Cerrar las puertas de la ciudad a piedra y lodo y… Y velar el Oriol, «enarbolar en la plaza pública el Oriol escoltado día y noche por los principales caballeros, como se acostumbraba hacer –precisa Rufino Gea– en las circunstancias en que más arreciaba el peligro de la patria, y convocar a una junta extraordinaria de nobles, eclesiásticos y ciudadanos para resolver lo conveniente en tales urgencias.»

Amenazando peligro, cerrar las puertas de la ciudad a piedra y lodo era impedir que alguien entrara o saliera de la población. Atrancarlas al completo –como cuando decimos «a cal y canto»– frente a cualquier amenaza. Fuera un ejército enemigo, fuera una epidemia. Así que no es nuevo aislarse. No es nuevo nuestro confinamiento. No lo esperábamos, cierto. Ciudadanos del mundo –mundo globalizado– no lo esperábamos y… Aquí llevamos varios días cautivos. Internet, las redes sociales, los medios de comunicación son ventanas al exterior, pero nos falta el aire de fuera. Sentirlo en la cara al andar, al correr, al montar en bicicleta. Al bailar.

Contra el tedio, leo. Otra ventana que me lleva sí a mil mundos. Leo y veo películas donde la gente se relaciona sin miedo, se besan y se abrazan cuando se reencuentran. Y caminan juntos. Y eso, el relacionarse, empieza a parecerme extraño. Veo documentales de viajes donde también me resulta raro ver un restaurante lleno y calles con multitud, barcos atestados de turistas, parques concurridos pero… empiezo a extrañar la muchedumbre. ¿Mi mente? No sé. Como cerrada a piedra y lodo, a cal y canto. Y no sé, no sé si podré volver a ser social.

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